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Opinión

08/02/2006


La decepcionante "Edad de un Reyno"

Diario de Noticias


Elegimos el viernes para visitar la exposición, y así disfrutar de un tiempo suplementario respecto a los días anteriores, por aquello de que no cerraba a mediodía, y para la hora de comer ya estábamos en casa, profundamente decepcionados en las esperanzas que habíamos puesto. Quien no tenga muy buen concepto de la gestión de este Gobierno, saldrá reafirmado en su opinión. Es una pena.

No entro a juzgar la obra expuesta, que probablemente sea lo mejor que en estos momentos se pueda ofrecer -aunque se echa en falta algún detalle, como los crismones que forman una constante en el románico navarro, o estelas discoidales representativas-, y sí la forma en que se presenta.

La iluminación es totalmente insuficiente, lo que impide apreciar los beatos, biblias y demás documentos expuestos, y en varias obras la más absoluta oscuridad invade su mitad superior, impidiendo apreciar sus iluminaciones, su caligrafía y su belleza. Con frecuencia la persona se interpone entre el objeto y el foco que lo ilumina, de manera que al acercarse proyecta su sombra sobre la obra impidiendo su visión.

Los paneles explicativos, con frecuencia, no están colocados a la altura adecuada, carecen de correcta iluminación, también se proyecta sobre ellos la sombra del visitante, y generalmente no dan detalles suficientes para conocer la obra. Tampoco es correcta la altura a la que están colocadas algunas piezas (recuerdo un capitel de San Juan de la Peña, para cuya correcta visión hay que ponerse en cuclillas).

En algunos casos la deficiente explicación está junto a la obra, pero con frecuencia forma parte de paneles cuya ubicación no es muy acertada y, además, los objetos no están colocados en un orden lógico, por lo que hay dificultad para encontrar la pieza a que se refiere la explicación del panel. El resultado es que aquellas personas que no tienen un más que suficiente conocimiento previo, se quedan sin saber qué es lo que contemplan (por ejemplo, sólo el que sabe distinguir los estilos y su evolución puede identificar las vírgenes de las Navas y de Tovar). En otros casos, cuando no se está solo en la sala, es imposible leer la explicación y a la vez observar los objetos, pues siempre hay personas que se interponen (valga como ejemplo la vestimenta funeraria de Ximénez de Rada), por lo que el resultado es totalmente insuficiente y decepcionante.

Hay objetos que no se pueden apreciar, como monedas y joyas, por estar algunas en la más absoluta penumbra. Otros carecen de la más elemental información, como una tumba en la que aparece un esqueleto con una concha, gracias a la cual el visitante deduce que se trata de un peregrino, pero nada indica si responde a un enterramiento real o es algo totalmente inventado. En otros casos, como la supuesta tumba de Sancho el Fuerte, sería de agradecer que señalaran sus dimensiones, así como la colocación de un espejo en la parte posterior para poder ver el detalle de la misma. Otro espejo se echa en falta en la arqueta de San Millán, de la que, de manera deficiente, sólo se puede ver una de sus cuatro caras.

Llegado a los preciosos capiteles románicos de Job y del Descendimiento, una de sus caras está en la más absoluta oscuridad, y para ver las otras hay que rodear la estructura que sostiene a ambos, así como los dos paneles que a ella están unidos. El resultado es una visión deficiente, que llega a ser imposible cuando la sala está medio llena de visitantes. Y algo parecido se puede decir respecto a la mayoría de las obras, las cuales pueden ser vistas con mayor comodidad y detalle en los museos o iglesias en que habitualmente se exponen.

Algunas de estas deficiencias se pretenden subsanar mediante proyecciones que exigen una actitud pasiva, como si fuéramos poco menos que lelos. Y en cuanto al audiovisual con que comienza la visita, aparte de que está acompañado con fotografías de monumentos cuatro siglos posteriores a Sancho el Mayor y dos a Sancho el Fuerte, a una voz deficiente se añade el que el espectador tenga que andar girando la cabeza, de izquierda a derecha, y viceversa, como si contemplara un partido de tenis.

Es una exposición, también, que no responde a su enunciado, pues muchos de los objetos en ella expuestos no corresponden a la época de Sancho el Mayor ni a la de sus herederos. Y tocante al amplio catálogo, llama la atención que el capítulo referente al mundo islámico tenga casi tres veces más páginas que el del románico, y que mientras abundan las fotografías de modillones y otros detalles de la mezquita de Tudela, no exista ni una fotografía de Santa María de Sangüesa, San Pedro de la Rúa de Estella o San Jorge de Azuelo, y ni un solo detalle de San Miguel de Estella, y lo mismo se puede decir respecto a las abadías de Irache e Iranzu. Parece mentira que la descompensación, la deformación y la discriminación con la que trata el actual Gobierno a los territorios navarros se manifieste hasta en este catálogo.

Para terminar diré que en toda la exposición, la única sala iluminada es la que expone los objetos destinados a la venta, y cuando a la salida pretendo pagar con tarjeta los 60 euros que vale el catálogo, no puedo hacerlo porque no tienen terminal bancario. Está visto que en este Reyno no somos ni antiguos ni modernos sino, más bien, incompetentes.

AUTOR


José Javier Hermoso de Mendoza Barbarin

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