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Opinión
29/03/2006
El país que no inventó Sabino Arana
Deia
Con ocasión hace unos días de la presencia de Mariano Rajoy en Bilbao, el presidente del Partido Popular negó la existencia del pueblo vasco, argumentando que es un "invento de Sabino Arana". Probablemente habrán sido muchos los vascos que, llevados de un acendrado amor a su país, han terminado por inventarse mitos y tópicos a cual más exagerado e irreal, pero al margen de que -desde Roland hasta el Cid Campeador- ninguno de los pueblos vecinos está libre de igual pecado, en las filas del PP parecen estar empeñados en demostrar que vivimos una comunidad inexistente, que los vascos sufrimos algún tipo de alucinación colectiva, que imaginamos la historia a nuestra mejor conveniencia y que poco menos que asistimos a un país inventado hace apenas unos años por un señor llamado Sabino Arana.
El magistrado zuberotarra Oihenart, nacido cuatrocientos años antes de que Arana fundara el Partido Nacionalista Vasco, ya señaló que los navarros eran los legítimos herederos de los antiguos vascones y la historiografía actual le da plena razón. En 1643, el navarro Axular (formado en la Universidad de Salamanca en tiempos en que Gipuzkoa y Navarra dependían del Obispado de Bayona) cita ya al país del euskera constituido expresamente por los territorios de Alta Navarra, Baja Navarra, Zuberoa, Lapurdi, Bizkaia, Gipuzkoa y Alaba.Las primeras afirmaciones en clave política y la aparición de una conciencia supraprovincial al sur de los Pirineos se producen como reacción frente al despotismo español y la administración centralista promovida por Carlos III, en la segunda mitad del siglo XVIII. A finales de este mismo siglo el guipuzcoano Larramendi acuña el concepto de "nación bascongada" y el alavés Landazuri habla en 1780 de "país bascongado", coincidiendo con la eclosión de los nacionalismos europeos y la simpatía por los pequeños estados propia de los intelectuales de la Ilustración. En 1801, el investigador alemán Humboldt recorre el país y lo reconoce expresamente como "nación vasca". Diez años más tarde el senador laburdino Garat preconiza la formación de un ""Estado Nacional Vasco" con los territorios de ambos lados de los Pirineos, cuya bandera y escudo serían los de Navarra. Precisamente será la Diputación de Navarra la institución que, en 1864, invita a las otras tres a participar en un proyecto mancomunado al que denomina "Laurac bat".
Es a partir de 1793 cuando las Diputaciones de Álava, Bizkaia y Gipuzkoa, que venían juntándose "desde tiempo inmemorial" para tratar asuntos de interés común, deciden sistematizar sus relaciones en unas Conferencias anuales para acordar cuestiones de índole comercial, industrial, fiscal y judicial, así como para fijar una estrategia conjunta en defensa de los fueros. A título de curiosidad actual, en las Conferencias de 1813, reunidas en Tolosa, se acordó que "los jueces sean naturales de las mismas provincias, porque el carácter, la educación, la lengua, las leyes, usos y costumbres de sus habitantes son muy particulares y no bien conocidos, si no es de sus mismos naturales, circunstancia que facilitará enterarse más pronto de las causas y fallarlas con más conocimiento". Asimismo, en las Conferencias de 1857, reunidas en Vitoria, se comunicó a la reina Isabel II que, en contra de cuanto disponía una ley del correspondiente ministerio español, "el nombramiento de los maestros incumbe al país, ya que deben poseer el idioma vascongado y ha sido siempre atribución de la Administración foral".
Probablemente fue en 1888 la última vez que las Diputaciones de Álava, Bizkaia, Gipuzkoa y Navarra se reunieron conjuntamente bajo el Árbol de Gernika. Para entonces ya se había inventado la fotografía y quedó constancia gráfica de ello. Siete años más tarde Sabino Arana Goiri creó el primer partido nacionalista vasco de la historia pero lo que nunca pudo crear fue el propio País Vasco. Estaba ya inventado mucho antes de que él naciera.
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