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Opinión

29/09/2006


Fortunato Agirre, in memoriam

Diario de Noticias


Fortunato Agirre Luquin, alcalde de Estella,  fue fusilado por los fascistas la noche del 29 de septiembre de 1936. Fortunato Agirre no sólo era el alcalde democráticamente elegido por la voluntad mayoritaria de los estelleses, sino que gozaba de tal  prestigio popular que le permitió contar con el inédito apoyo de todos los partidos, tanto de  izquierdas y de derechas,  como de españolistas y nacionalistas vascos.
 
Afiliado desde su juventud al Partido Nacionalista Vasco, fue un hombre de profundas convicciones humanistas, defensor a ultranza de las libertades democráticas y las ideas republicanas, e infatigable impulsor del desarrollo social, cultural y económico de su querida Estella.  Un hombre multidisciplinar, de espíritu integrador, enraizado en su entorno, fundador de actividades tan dispares como el Club Atlético Osasuna o la Ikastola de Estella.
 
Setenta años más tarde del fusilamiento de Fortunato Agirre, hay motivos para pensar que, quizá, la razón última de su muerte a manos de un pelotón de ejecución no fue su reconocido bagaje nacionalista, democrático y republicano, sino su demostrado empeño en evitar la guerra. Sí, el alcalde de Estella quiso y pudo evitar el terrible enfrentamiento civil y militar que aún hoy divide y fractura a los navarros.
 
Precisamente fue otro estellés insigne, Manuel de Irujo, quien en sus escritos apuntó los esfuerzos realizados por Fortunato Agirre, días antes del alzamiento franquista, para denunciar ante el gobierno de Casares Quiroga los sospechosos movimientos y maniobras militares  que se estaban produciendo en Navarra en general y en Urbasa en particular.
 
Hoy sabemos que el alcalde de Estella, debidamente informado de cuanto estaba ocurriendo en un entorno geográfico muy cercano, trató el 16 de julio de instar a la detención  del general Mola, convencido de su implicación en los incipientes movimientos rebeldes, previos a la sublevación. Sin embargo, el Gobierno de la República, desde Madrid, hizo oídos sordos a la denuncia de Fortunato Agirre, argumentando que el general Mola era un militar comprometido con la legitimidad democrática de la República. 
 
El 18 de julio de 1936, el general Mola, cuya implicación en la rebelión militar se consideraba indispensable, se levantó en armas contra la legalidad republicana surgida de las urnas. Fortunato Agirre cumplió con su deber de alcalde y ciudadano comprometido con la democracia aunque, desgraciadamente, la incompetencia de quienes no le creyeron impidió que se evitara la guerra.
 
Días después, oficiales del Batallón de Montaña de Arapìles, Guardia Civil, requetés y falangistas se echaron a la calle, deteniendo entre otros al propio alcalde de Estella, al jefe de su Policía Municipal y al capitán de la Guardia Civil, acusándoles de haber querido arrestar al general Mola. Los tres fueron finalmente fusilados. Los tres pagaron con su vida la denuncia presentada contra los militares rebeldes. Lo supieron a tiempo y, salvo los propios golpistas,  nadie les creyó.

AUTOR


José Ángel Agirrebengoa

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