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Opinión
21/10/2006
Impulsemos el proceso de paz (I)
Diario de Noticias
Hace años, por desgracia muchos antes de que ETA declarara el actual alto el fuego y se abrieran expectativas de poder entrar en el principio del fin del terrorismo en nuestro país, quienes estas líneas firmamos ya creíamos en la necesidad de un proceso de paz. Ahora que algunos ponen en cuestión hasta la propia expresión de proceso de paz alegando que no estamos en guerra o que el pacifismo equivale a rendición, debemos recordar que la mayoría de las fuerzas políticas en el pasado suscribieron la idea de avanzar hacia la paz. Los pactos de Madrid, Pamplona y Ajuria Enea firmados entre 1987 y 1988 invocaban la paz como estado contrario al de violencia terrorista, y el último de ellos llamaba expresamente a un proceso de pacificación .
Lo que está en juego es muy serio. Sin la desaparición de la violencia como arma política no tendremos una sociedad en paz, y no podremos decir que vivimos en una sociedad normalizada en cuanto a convivencia democrática. Sin paz y sin reconciliación no habrá verdadera democracia. El sistema democrático en el que queremos vivir seguirá teniendo un déficit importante si todos los ciudadanos no pueden defender libremente sus ideas y proyectos políticos sin temor a ser víctima, de una u otra manera, de la violencia. Todos debemos hacer el máximo esfuerzo para que en un futuro próximo los conflictos políticos que anidan en nuestra sociedad se puedan abordar y solucionar mediante medios civilizados, esto es, mediante el debate, la negociación y la decisión por mayoría con respeto de los derechos de las minorías. Los conflictos son inevitables en cualquier sociedad; lo que es evitable es que esos conflictos conduzcan a la confrontación violenta o se emponzoñen hasta el punto de hacer imposible o poco soportable la convivencia.
No es momento de adoptar posturas partidistas de búsqueda de intereses particulares y de colocarse en situación de obtener ventajas políticas del final de la violencia. Hemos dicho hasta la saciedad que no es lícito sacar tajada del terrorismo; tampoco lo es sacarla de su desaparición. Nadie puede pretender obtener un triunfo e imponer un proyecto partidista como resultado del proceso de paz. Las guerras exigen vencedores, pero la paz será una victoria de toda la sociedad o no será.
Hemos oído repetidas veces que el actual proceso de negociación en torno al fin de la violencia, en el cual los principales protagonistas son el Gobierno y ETA, será largo, duro y difícil. Que sea menos largo, menos duro y menos difícil exige grandes dosis de paciencia y de generosidad por parte de todos. De todos los partidos políticos, pero también de todos los sectores sociales y toda la ciudadanía.
Hay quienes deberán hacer un mayor esfuerzo de reconciliación. Quienes han sido víctimas directas de tantos años de violencia requieren un especial apoyo por parte de las instituciones y de toda la sociedad. La paz se deberá edificar sobre la justicia; una justicia que no tenga los ojos tapados, como en su representación tradicional, sino bien abiertos para saber equilibrar la balanza de la clemencia con la de la reparación.
Pese a todas la dificultades existentes; pese a que algunos quizás prefirieran seguir instalados en el pasado; pese a los anuncios de bloqueos o de pasos atrás; pese a que el desánimo pueda extenderse entre la ciudadanía ante la ausencia de buenas noticias; pese a la impaciencia que el universo político y mediático a veces quiere imprimir, nosotros queremos ser optimistas. Optimistas porque estamos instalados en el realismo; en los últimos cuarenta años nunca habíamos vivido un tiempo tan largo, tres años y medio, sin atentados mortales. Esperamos que los actos puntuales de violencia que se mantienen acaben también por desaparecer y no sean un obstáculo insalvable. Respiramos la misma necesidad, la misma exigencia, la misma esperanza que la mayoría de nuestros conciudadanos mantienen. Queremos la paz y queremos conseguirla entre todos. Apelamos a la responsabilidad de todos y cada uno de los implicados para impulsar el proceso de paz.
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