Agiriak
Iritzia
2006/04/13
Por un proceso de paz permanente
Diario de Noticias
Hace ya seis años algunos de quienes firmamos este escrito suscribíamos otro texto en el cual, bajo el título Por un proceso de paz y diálogo , afirmábamos: "Consideramos necesario por parte de los grupos que la practican (la violencia), y particularmente de ETA, un alto el fuego inmediato, porque estimamos imprescindible sustituir la escalada de crispación y enfrentamiento por un clima de diálogo. Para ello todas las fuerzas políticas, así como otros movimientos sociales, deben esforzarse en establecer los foros adecuados, abiertos a todos los planteamientos ideológicos y sin otras exigencias que la aceptación en exclusiva de vías políticas y democráticas para la defensa de los diversos programas políticos y el rechazo de cualquier acción o manifestación de violencia".
No ha sido tan inmediato, han sido seis largos años donde, entre propuestas fallidas y esperanzas frustradas, todavía ha habido demasiada violencia, muerte y dolor. Al fin ETA ha declarado un alto el fuego permanente que confiamos en que sea el paso definitivo para una paz permanente. No podemos menos que expresar nuestra satisfacción y nuestra esperanza de que la violencia desaparezca para siempre como instrumento para lograr o imponer proyectos políticos.
Entendemos que la consecución de la paz será, cuando esté afianzado el abandono de las armas, una victoria de toda la sociedad que en los últimos años se ha movilizado en ese sentido. Apelamos de nuevo a toda la sociedad, a través de las diversas organizaciones políticas y sociales y también con la colaboración de los medios de comunicación, a que asuma la tarea de poner todos los medios para que no se frustre este proceso. En particular, deben ser las instituciones públicas que representan a la ciudadanía y especialmente el ejecutivo central quienes deben dirigir un proceso en el que prime la responsabilidad y la prudencia.
La consecución de la paz debe llevarnos a una situación de normalización de la que no hemos podido disfrutar durante todos estos años de violencia. Normalización política en el sentido de que todos los proyectos políticos que alberga nuestra muy plural sociedad puedan ser debatidos libremente en los escenarios adecuados y por los medios propios de la democracia, que no son sino el diálogo, la negociación y la búsqueda de consenso, decidiendo en último término la voluntad mayoritaria de la ciudadanía pero siempre en términos de respeto a las minorías. Normalización de la democracia, que debe funcionar sin que nadie se sienta excluido o coaccionado para defender sus ideas o expresar su identidad, que debe permitir afrontar viejos problemas que no han sido solucionados o que incluso se han agravado mientras duró la violencia. Hay muchas cosas que debatir y solucionar.
Pero también normalización social, en el sentido de reparar en lo posible los daños que ha sufrido la convivencia social y de aliviar el sufrimiento que sigue presente entre nosotros. Toda la sociedad ha sido víctima del terrorismo, aunque existen víctimas que lo han sido mucho más y lo han sufrido más directamente. No habrá normalización sin que esas víctimas reciban la reparación material y moral que merecen; tampoco si las víctimas son objeto de manipulación y de apropiación partidista o se pretende que jueguen un papel decisorio que sólo corresponde a las instituciones representativas. La normalización social, la socialización de la paz, pasa también por preparar la reinserción social de quienes han practicado la violencia y hacer posible, en un futuro lo más próximo posible, la convivencia de quienes han practicado y quienes han sufrido la violencia. En suma hacer posible una reconciliación que supere la herencia de dolor y resentimiento presentes en nuestro entorno. Un proceso que será largo y que exigirá no sólo el máximo esfuerzo sino también la máxima sensibilidad y generosidad.
Que la paz sea posible y sea permanente exige que nadie trate de hacer aprovechamiento partidista del terrorismo ahora, cuando existen perspectivas ciertas de su desaparición. Ninguna fuerza política, ningún proyecto ni alternativa en particular debe caer en la tentación de apropiarse de la paz. La victoria de la paz no puede ser la de ningún programa político en particular, sino la victoria de una sociedad que podrá debatir democráticamente todos los que se le presenten. Quienes pretenden en nombre de la paz desterrar o excluir determinadas alternativas no hacen sino incurrir en otra forma de utilización de la violencia con fines políticos.
Navarra debe participar de este proceso porque la violencia ha estado presente en esta tierra y porque los efectos de la violencia siguen presentes. También aquí hay mucho que sanar. Acabamos como hace seis años: "En cualquier caso, exigimos que cualquier materia que afecte a nuestro futuro marco político pase por la decisión de los ciudadanos navarros, expresada a través de procesos democráticos. Nadie puede suplantar esa decisión; pero todos estamos obligados a trabajar por un clima de respeto y diálogo que la haga posible en paz y libertad. En consecuencia, animamos a la sociedad y a los agentes sociales y políticos a profundizar en los principios de la no violencia y el diálogo sin exclusiones como pilares fundamentales de cualquier solución y de un proceso de paz".
* Firman este artículo: Por el Foro Iruña (Mikel Armendáriz, Helena Berruezo, Iñaki Cabasés, Ginés Cervantes, Fermín Ciáurriz, Miguel Izu, Manolo Ledesma, Javier Leoz, Guillermo Múgica, Iosu Ostériz y José Luis Úriz)
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